El uso de “drogas” para “curar” enfermedades no viene precisamente del siglo XXI. En 1989, los laboratorios Bayer, vendían heroína como cura milagrosa e inocua en forma de jarabe para los niños contra el catarro y otras enfermedades respiratorias. Le pusieron de nombre comercial Heroína, por lo “heroico” que decía sentirse todo aquel que la probaba. Ni siquiera hacía falta receta médica para obtenerla. Esta droga pronto tuvo gran éxito como remedio para todo tipo de afecciones respiratorias. Como era de esperar, muy pronto aparecieron los primeros problemas, que cada vez se hicieron más frecuentes. Se descubrió que la heroína se convierte en morfina al ser absorbida por el hígado, y que provoca un alto índice de dependencia física y psicológica. Por lo tanto, en los Estados Unidos, se estableció a través de la Ley de Impuesto sobre la Droga de 1914, un control exhaustivo sobre el uso de opiáceos, permitiendo el uso de la heroína únicamente con fines terapéuticos. Diez años después, en 1924, el Congreso de Estados Unidos estableció que no existía ningún uso legal de la heroína y prohibió su venta, importación o fabricación.