Estemos enfermos o no, es habitual que en nuestro día a día tosamos o estornudemos. Estos y otros “síntomas” son métodos a los que nuestro cuerpo recurre cuando detecta algún tipo de amenaza o perjuicio para el organismo. Dicho de otro modo, la tos, los estornudos, el exceso de mucosidad, el picor de garganta, el vómito... son claros síntomas de que el cuerpo está intentando eliminar ciertos desechos tóxicos para nuestra salud.
La fiebre es un claro ejemplo de “síntoma” que muestra nuestro cuerpo cuando estamos enfermos. Se trata de una estrategia a la que nuestro organismo recurre para “cocinar” literalmente los microbios hasta acabar con ellos, y es que la mayoría de los microbios no pueden sobrevivir a altas temperaturas.
Por otro lado, tenemos la tos y los estornudos. La tos es un reflejo natural de las vías respiratorias para expulsar los gérmenes que se han integrado en el revestimiento de la membrana mucosa de los pulmones, mientras que, por medio de los estornudos, el cuerpo trata de deshacerse de todas aquellas partículas extrañas como polvo o polen, que hayan podido entrar a través de la nariz.
También es frecuente que el organismo genere un exceso de mucosidad para atrapar los microbios y otros desechos que, de otro modo, podrían filtrarse en el torrente sanguíneo.
Si sentimos dolor en la garganta, es debido a una inflamación de los ganglios linfáticos del cuello, que se produce debido a una infección que nuestro organismo trata de combatir mediante la generación en la sangre de un mayor número de células blancas para combatirla eficazmente.
Cuando ingerimos alimentos en mal estado o productos que contienen algún compuesto químico peligroso, el vómito y la diarrea, son mecanismos de defensa que el cuerpo emplea para evitar daños en el estómago.
Las erupciones cutáneas o la aparición de furúnculos, indican que hay un exceso de residuos acumulados, generalmente en el hígado, que deben ser expulsados a través de la piel.
Por lo tanto, lo que conocemos como “síntomas”, no son más que la respuesta del cuerpo para eliminar todo lo que sea incompatible o perjudicial para nuestra salud.
Al intentar aliviar o suprimir estos “síntomas”, se está deteniendo un proceso defensivo del propio organismo, que debería haber sido permitido, siempre y cuando este no ponga en peligro la propia vida. Es por ello, que cuando suprimimos la fiebre, la tos, los estornudos, el dolor de garganta, los, vómitos, la diarrea o las erupciones cutáneas y demás “síntomas”, estamos inhibiendo la expulsión de residuos tóxicos.
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