La enfermedad de Alzheimer (EA) es un trastorno neurodegenerativo del cerebro y la forma más común de demencia.
La demencia provoca un aumento de la mortalidad, discapacidad y dependencia, haciendo que disminuya la calidad de vida y supervivencia del paciente.
El estudio de Hill y Col. que se publicó en abril de 2019 en “Neurobiology of Aging” informa de cómo nuestra alimentación puede influir a la hora de prevenir dicha enfermedad.
La dieta debe adecuarse siempre a la situación de cada persona en concreto, satisfaciendo sus necesidades dependiendo de la fase de la enfermedad en la que se encuentre.
Ésta deberá ser variada y de sabor agradable para que sea sostenible en el tiempo eligiéndose siempre alimentos que aporten la energía y los nutrientes necesarios.
Determinados alimentos como los ácidos grasos omega-3, el ácido fólico, los antioxidantes, los suplementos vitamínicos y los complementos alimenticios se han asociado a un descenso del riesgo de padecer EA.
Las grasas mejoran el sabor de los alimentos y son necesarias para el organismo, se deben utilizar preferiblemente las de origen vegetal (aceite de oliva, girasol y soja) frente a las de origen animal.
El riesgo de enfermedad de Alzheimer aumenta con la edad y carece de opciones farmacológicas realmente eficaces.
Un nuevo estudio llevado a cabo por investigadores del Reino Unido, y que ha sido publicado en el “Journal ofAlzheimer’s Disease”, ha vuelto a vincular, como así lo han hecho trabajos anteriores, la exposición al aluminio a un mayor riesgo de Alzheimer. Es el mineral que en mayor abundancia se encuentra en personas diagnosticadas con esta enfermedad. Advierten de que el flúor hace que este mineral se absorba con mayor facilidad, por eso recomiendan no beber agua del grifo y usar pastas de dientes que no contengan flúor.